miércoles, 13 de octubre de 2010

Here we are.


Sabes? Aquí se está bien. No todo son ventajas, claro: mi cuarto no es sólo para mí (y además es la mitad de grande), a mi cama le cuento los muelles todas las noches con la espalda, internet no va y hoy, por ejemplo, para comer había lentejas y pescado.
Pero hace más sol. Hay más luz. Hay más gente.

Tú lo sabes, yo siempre he sido una chica para grandes ciudades y, no nos engañemos, Valladolid me agobiaba, me agobiaba mucho. Sus inviernos tan fríos, sus lluvias tan largas. Pero hay cosas que sí, que echo de menos.
Mi casa, mis costumbres, mi soledad, mi Candilejas con sus patatas, los precios económicos (la vida aquí es tremendamente cara, no te haces una idea), mi gatita, que ahora me maúlla enfadada cuando me ve entrar por la puerta, pidiendo explicaciones.
A ellas. A ellas las añoro mucho, todos los días, en todo momento. ¿Ves esa sensación cuando te pasa algo, o ves algo y piensas "esto tengo que contárselo a..."? Pues me pasa muchas veces, con ellas, para ellas.
Y pasa también que aquí la soledad no es la buscada, sino la impuesta: una habitación pequeñita que de repente se hace enorme cuando las cosas para hacer no abundan, seriesyonkis no da tregua y mi querida compa de habita no está.


Pero Madrid es Madrid... no sabría cómo explicarte. Son calles enormes, es vida por todas las esquinas, son ambientes opuestos en calles paralelas... Todo es alto, todo es grande, todo impresiona. Mi cámara ya no da a basto y pide un par de días de asuntos propios, pero no puedo. Tengo que fotografiar esto (aunque todavía no pueda hacerlo con mi futura Reflex), todo, recordarlo, grabarlo en mi retina y plasmarlo en mis paredes llenas de fotos.
La vida aquí es otra. Es libertad (y, en algunos momentos, libertinaje), es tranquilidad, nuevas caras, nuevos ambientes, nuevo todo.
Deberías verlo... creo que a ti también te gustaría.

Creo que podría ser mi ciudad, creo que podría amarla, que lo que siento ahora pase de la fascinación al cariño, y del cariño a la adoración más profunda. Creo que esta ciudad puede enamorarme, con sus terrazas, sus etnias su (no me canso de repetirlo) luz.

Lo adoro.

Te seguiré escribiendo, lo prometo. Mandaré señales de vida cada cierto tiempo, te diré cómo me van las cosas, qué voy sintiendo, qué voy pensando, cuánto te echo de menos.

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