miércoles, 28 de diciembre de 2011

Te podría hablar de claroscuros, de colores que se entremezclan cuando abro mis ventanas.
Del ruido que hay afuera que me contamina los oídos, los pensamientos y las ganas.
Te escribo y te cuento: aquí ya no hay mucho donde rascar. El cielo es más azul y los recuerdos más nítidos, y decrezco cada vez que piso estos suelos.
Te diría, si supieras escucharme, que el vaivén de todo y nada en que me zambullo me supera un poco más cada vez, que aquí me conformo, me dejo, que agacho la cabeza y sigo el ritmo de las cosas, porque todas las armas para la batalla me las dejé olvidadas.

Relajo la espalda cuando hay alguien detrás, sin importarme quién, y me dejo caer en un vacío del que no salgo si no me sacan. Vivo buscando brazos que busquen los míos porque, aún sintiéndome fuerte, me abandona el aire con cada esfuerzo. Existo de cristal, porque siento que me rompo aún cuando estoy hecha de roca, no me dejo tocar, ni el cuerpo ni el alma, porque tengo ambos en carne viva. 
Me vuelvo dócil, me inclino, me someto, me hago cuidar. No hay autogestión, no hay andares rápidos, no hay mirada hacia delante. Todo eso aparece cuando me siento un poco más infeliz y decido sacarme el león de adentro para lanzar un par de rugidos. 
Pero aquí, no. Aquí, otra.

Aquí me da miedo el aire que huelo desde la ventana, me mimetizo con el sofá y me vuelvo cien años mayor, aún viviendo tan aniñada. Me contradigo y me enfado, no me dejo querer ni quiero que me respondan, hablo yo, es mi dictadura, yo decido no decidir y cerrar todas mis puertas. No corre el aire por entre mis pensamientos y todo parece uno, todo parece lo mismo, todo se parece muy poco a mí. 
Y, entre mi mar de desconocidos, olvidé saber buscarme y ya no me encuentro nunca, y vuelvo a cerrarme y vuelvo a no dejar entrar a nadie.

Y así, con mi claustrofobia en campo abierto, mi sordera y mis gritos a la nada, mi yo y mi contra-yo, digo que sigo viviendo hacia delante y me limpio la suciedad del camino y los destrozos a la dignidad. 
Y sigo existiendo tan y tan poco yo, y siempre pensando que algún día abriré mis ventanas y me mezclaré con el aire.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Nos vemos.

Querría visitarte, un día de estos. Cuanto antes, mejor. Tengo prejuicios contigo, pero en el buen (muy buen) sentido de la palabra. Me parece que eres rojo, amarillo y marrones. Un poco verde también. Me parece que hace siempre calor cuando se te visita. Me parece que eres gente de otra forma, de otro ritmo, casi de otro mundo.
Me parece que me echaste demasiado pronto de ti.

Han pasado casi 17 años desde que te abandoné (créeme, sin ganas de hacerlo, por lo que me cuentan). Y va a hacer once años que te visité por última vez. ¿Cómo será cuando te vuelva a ver? ¿Cómo me verás? ¿Cómo te veré? Quizá sea un poco tenso al principio, tendré que aclimatarme a ti y tú a mí, pero eso nos durará poco. Yo nací en ti y nos une nuestro vínculo especial, rojo, amarillo, marrón y un poco verde. Nos une el mismo cielo encima de nosotras. Perdón si te he tenido un poco olvidada, perdón si no hablé de ti lo suficiente, perdón si te sentí fuera cuando me acostumbré a no estar dentro.

Ahora te recuerdo más, y echo de menos lo que no tuve nunca, o no recuerdo haber tenido. Ahora escribo sobre ti, e incluso quiero dedicarme a ti, porque esas raíces no se fueron nunca, sólo se quedaron más abajito para dejarme vivir el tiempo que fuese necesario lejos de ti, a lo mejor ahora que crezco ya no puedo obviarte más, y tienes que salir a la luz otra vez. Yo te escribo para que salgas.

Cuando te visite, sé que perderé un poco el norte (por eso de estar tan al sur) y a lo mejor no se cumplen mis expectativas. Pero es normal, te tengo más que idealizada, casi pienso la ropa con la que te iré a ver el primer día, con qué zapatillas pisaré tus suelos, la cara que pondré cuando nos volvamos a encontrar.
Pero eso también será sólo pasajero, ya te digo que nos vamos a llevar bien, porque no puede ser de otra forma. Siempre nos hemos pertenecido un poco la una a la otra, y siempre vamos a echarnos de menos cuando no estemos cerca.

Tú no te muevas, espérame un tantito más, yo llego pronto. Y nos reencontramos, ¿te parece? Y ya nunca más volveremos a estar tanto tiempo separadas.
Al fin y al cabo, somos un poquito la misma cosa.