jueves, 28 de octubre de 2010

Dicho con prisas: feliz


Poder soltar mi corta melena, poder ver cómo mis demonios se van, ya por fin, de mis noches más oscuras, donde la tendencia a pensar de más es un mal que no tiene cura.

Vuelta el no poder estar seria, la charla loca donde se dice mucho, se ríe mucho, se siente mucho.
Una nueva oleada de brisa fresca que acompaña humor, acompaña risas y acompaña una sensación de madura niñez, donde todo vale. Querer ser una voz firme a la hora de hablar de política, a la vez que pintas gatovacas en los post it que te dan por la calle. Volver a casa sonriendo porque sabes que estás en tu sitio.

Un feliz echar de menos, sabiendo que no cambiarías esto por nada del mundo. Que creces, joder, y lo notas hasta cuando te miras en el espejo.

Y hoy lo decíamos, mucho mejor, más fácil y más estético cuando hablas de dolores profundos, de agonías interminables con tétricos paisajes de fondo.
Y que sí, que hablar de felicidad y días claros es más complicado, queda peor y encima suena cursi.
¿Y qué pasa si eso tampoco importa?
¿Les importa a los enamorados parecer pastelosos?
¿Les importa a los pesimistas eso, el ser pesimistas?

Sí, cursi, malsonante, corto y mal. Es una felicidad estupenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario