domingo, 1 de mayo de 2011

Hasta ¿luego?

Lo que gusta es lo difícil, lo que no está al alcance de la mano. La victoria luchada siempre sabe mejor que la rendición de antemano del contrario o del enchufe por el enchufe.
Pero también es cierto que crecemos, que las cosas cambian, que las situaciones no siempre se retoman donde se dejaron. Tal vez ha sido un disparo al vacío, y sabíamos que no quedaban más balas.
Hemos querido recoger la complicidad que hace tanto tiempo dejamos atrás y ya no está para nosotros, o no ahora. Antes no se acababan los temas y ahora no sé cómo saludarte. Los besos no sé dónde tienen que ir, las sonrisas no sé si te duelen o te alivian y los nervios ya no son lo que eran.
Quizá tengamos una fecha de caducidad demasiado clara, y si es así, es lo único claro entre nosotros. Tú no lo eres, no lo fuiste en su día y no paro de preguntarme si en algún momento tuve fe en que lo pudieras ser.
Yo ya tampoco, no soy clara porque no pienso claro, ni siento claro. Y eso es lo peor de todo. No saber qué sentir hace que sienta poco, nada, pero que las noches de los sábados la nada se vuelva en un todo y no pueda hacer más que llamarte.

No sé si juegas a hacerte el duro o es que ya estás insensibilizado. Y yo me alegro de que no te duela (o de que parezca que no te duele) porque me quitas responsabilidad, pero también me quitas importancia.
Y siendo egoístas, tú eras mi autoestima. Tú hacías que me quisiese y sintiese que si me valorabas, era porque merecía que alguien lo hiciera.
Si ahora ni siquiera tú puedes verme porque me miras y no porque cruzo por delante, no sé cómo me voy a ver yo, cómo te voy a mirar y lo peor de todo, cómo va a ser todo a partir de ahora.

Dijiste que por experiencia que iba a ser imposible ser amigos. Yo te digo que quizá el intento por lo imposible sea lo único que nos quede.

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