miércoles, 19 de enero de 2011

R.

Se sentía más guapa cuando se imaginaba que cuando se miraba, dudaba si la chica de las fotos era realmente ella y tenía la horrible manía de compararse con cualquier persona (preferentemente, con cualquiera con la que pensaba que salía perdiendo).
Tenía malos vicios, y vicios no tan malos, pero todos irresistibles; desde el chocolate hasta el masoquismo más puro, el que hace ver con el paso del tiempo que hay cosas que no evolucionan solas.

Le daba por escribir cuando se leía y se gustaba, quería más siempre y siempre quería que la quisiesen más.
Competidora nata pero con miedo a la competición (más que a la competición, a la derrota). Siempre buscando ser la mejor pero con miedo a no estar nunca a la altura. Reina de las paradojas y, para más paradoja, madura por naturaleza.

Especial, decían, y con una gran tendencia a la sonrisa por la sonrisa. Le gustaba la gente que, como ella, sonreía con los ojos y no traicionaba, ni con palabras ni con miradas. Le gustaba la sencillez porque para complicada ya estaba ella y tenía grandes problemas de concentración. Le gustaban los retos y, por eso mismo, solía rechazar lo fácil, aunque en definición de "lo fácil" se pudiera incorporar a personas. Muchas veces alejaba de ella los buenos ángeles para atarse de por vida a los peores ejemplos.
Fan de las causas perdidas.

Oía música de todo tipo y no conseguía hacer una lista con sus diez artistas favoritos repitiendo, por lo menos, tres.
Inestable, desordenada y con tendencia al caos. Todas las noches se acostaba diciendo que mañana empezaría su vida ordenada y todas las tardes se repetía que "mejor mañana", para algunas cosas la madurez viene con retraso.

Irresponsable y exigente. Orgullosa y acomplejada. Risueña y tendente al dramatismo.
Escribía muchas veces sobre la incertidumbre de si su vida era o no era suya o, por lo menos, si la manejaba.
Hablaba constantemente de sus ganas de conocerse y, ¡oh, más paradoja! sentía odio hacia los egocéntricos como ella.

Pero cuando lo pensaba bien, se gustaba.
Ese caos, esa continua contradicción.
Era un nudo.
Podría definirse así: un nudo. Un nudo que se acabaría desatando cualquier día, cuando encontrase la explicación que ella pensaba que iba a solucionar su vida y dar un vuelco a la realidad donde ella estaba. Su "revelación". Ese nudo se acabaría desatando.

O no.
Quizá cuando lograse después de tanto empeño desatar ese nudo de su vida, descubriese que era más feliz cuando no sabía exactamente como era (¿tanta falta hace conocerse una TAN BIEN?)

Otra paradoja.

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