martes, 14 de diciembre de 2010

Y quién le dice que no a un poco de soma.

¿Realmente todo el mundo se escandaliza tanto y niega tan rotundamente con la cabeza cuando oye hablar del soma? 
¿Es cierto que todo el mundo quiere el derecho a ser desdichado, a sufrir, porque eso significa amar?
Creo que no me bastarían con los dedos de una mano (ni de dos) si me pongo a contar la gente que, jugando a ser sincera, dice que sí tomaría soma, que sí se sometería a una vida ignorante pero feliz.
¿No es lo que hacemos, lo que hago yo misma, cuando nos negamos a leer el periódico, a ver cierto documental, a informarnos, en general?
¿No es la ignorancia elegida el peor soma? 
Ahora tenemos la oportunidad de decidir si somos o no libres. Y cuando me refiero a ser libres, no me refiero a la libertad que se reivindica en las series adolescentes ("yo fumo y follo si quiero, que ya soy mayor de edad"), sino a la libertad como personas, a la libertad de ELEGIR. Elegir ser o no ser agentes activos en el mundo, elegir participar o no en lo que se está haciendo con la vida de un colectivo en el que, aunque no nos demos cuenta, estamos metidos.
Elegir si queremos elegir.

Porque el dolor está ahí fuera, la muerte, la tristeza, el amor, el abandono, la amistad.
Pero para estar fuera, hay que querer salir.

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